jueves, septiembre 21, 2006

Tan dura no fué la caída


Yo pensé antes de irme a España dos semanas, que la vuelta a Dublín iba a ser terrible, que no iba a ser capaz de soportarlo. Y sin embargo no fue así; debe de ser que estoy más asentada aquí de lo que creía.
Las "vacaciones" en Madrid estuvieron bien, pero cortas. No tuve tiempo de hacer la mitad de las cosas que quería hacer, ni pude ver a toda la gente que me hubiera gustado ver. Espero que puedan perdonarme aquellos a los que no vi y aquellos a los que vi atropelladamente.
El caso es que después de los exámenes, que no fueron todo lo bien que yo hubiera querido (no, no tengo los resultados todavía), no me quedó mucho tiempo para hacer cosas; eso y que mi memoria a corto y largo plazo cada vez es peor.
Intentar meter todo en la maleta, que apenas cabía, la incertidumbre de si habría una plaza libre para mí, me hermano que hizo todo lo necesario para hacérmelo más fácil (gracias Fernando)... y de vuelta a casa. Momento "ojos como platos" cuando el piloto dijo que la temperatura en Dublín era de 14 grados; intercambio de miradas entre resignadas y ofendidas con la compañera de fila. Pero en cuanto entré en mi habitación, encendí el ordenador, puse la ropa a lavar, y la definitiva visita al super del barrio a por leche y pan (un clásico)... sentí que estaba en casa!!!
Y aunque el miércoles llovió bastante, el resto de los días de la semana tuvimos una especie de veranillo de san miguel, verano irlandés claro, pero veranillo al fin y al cabo.
La vuelta al curro, traumática siempre, fue suave y gradual; no hay como estar a gusto en un trabajo, desde luego.
Re-encontrarme con los amigos y amigas de Dublín, las obligadas vistas al cine, cenar por ahí, ir de pintas. Y para colmo Cormac vino con su novia desde Francia, y llegaron justo el mismo día que llegué yo. Si es que no se podía pedir un recibimiento mejor.
Ah! Y mi hermano se viene a Dublín, a probar suerte. Ole, ole y ole!